Exresidente médico recuerda cómo el ejército chino extirpó los riñones y los ojos a un hombre vivo

Por Yi Ling - La Gran Época
13 de Marzo de 2019 9:21 PM Actualizado: 17 de Marzo de 2019 8:37 PM

Nota del editor: Cuando Yi Ling, reportera de La Gran Época, se reunió con George Zheng en Toronto para realizar esta entrevista, se sorprendió por la expresión afligida en su rostro. Mientras Zheng hablaba, tuvo que detenerse varias veces para recobrar la calma mientras lidiaba con el dolor y el miedo de recordar una experiencia horrible que lo marcó de por vida.

Debajo presentamos el relato de Zheng, traducido del chino. Por razones de seguridad, este artículo omite datos y fechas específicas, así como detalles del entrevistado.

Asignación militar secreta

Los acontecimientos que voy a describir ocurrieron en la década de 1990. En ese momento, yo era un estudiante a punto de graduarme de cierta escuela militar de medicina en China. Estaba haciendo una residencia en el Departamento de Urología del Hospital General del Ejército de Shenyang. Un día, el hospital recibió una llamada telefónica de la Región Militar de Shenyang, al norte de China, en la que se le ordenaba al personal médico abordar inmediatamente un vehículo y llevar a cabo una tarea militar.

El grupo de seis que fueron elegidos incluía dos enfermeras, tres médicos militares y yo, un residente. El jefe del departamento dio una orden: a partir de ese momento, debíamos cortar todo contacto con el mundo exterior, incluyendo familiares y amigos.

Inmediatamente abordamos una furgoneta, cuyo interior estaba completamente cubierto con tela de color azul claro. El hospital también envió un vehículo militar. La puerta aún no estaba cerrada y adentro pude ver a un soldado con un arma en la mano.

El vehículo militar iba adelante abriendo el camino. Después de entrar en la autopista, el vehículo militar puso su sirena y todos los autos cedían el paso. Conducíamos a muy alta velocidad.

Un soldado chino hace guardia en un evento en Beijing, el 1 de marzo de 2018. (Greg Baker/AFP/Getty Images)

Finalmente llegamos a nuestro destino y después de salir de la camioneta, nos encontramos en un lugar rodeado de montañas. Había soldados haciendo guardia alrededor de un edificio. Un oficial militar que vino a recibirnos dijo que el edificio era una prisión del ejército cerca de Dalian, al noreste de China.

Comienza una pesadilla

Esa noche, nos quedamos en la casa de huéspedes del ejército; los soldados hicieron guardia fuera de nuestra habitación. Por la mañana, una enfermera y dos soldados fueron a la prisión para recoger sangre y clasificar el tipo de sangre. Después de que regresaron con la sangre, todos subimos a la furgoneta y salimos a toda velocidad.

Cuando nos detuvimos, miré a través de una rendija en la puerta y pude ver a los soldados que rodeaban la furgoneta, todos sostenían ametralladoras. Estaban mirando todos hacia afuera con sus espaldas hacia nosotros.

Esperamos en la furgoneta; no se permitía ningún movimiento. De repente se escucharon unos golpes. Abrí la puerta y vi a cuatro soldados sosteniendo a un hombre que tenía una soga atada alrededor de sus pies y cuello, con las manos atadas a la espalda. El hombre estaba inconsciente.

El hombre fue subido a la camioneta y acostado en una bolsa de plástico negra que había sido colocada en el suelo anteriormente. La bolsa cubría completamente el suelo, y de un vistazo me di cuenta de que fue hecha especialmente para eso.

La soga con la que el hombre estaba atado era muy delgada, de las que cortan la carne si se las presiona demasiado. Estaba atado de tal manera que si se parabas sobre la cuerda que iba desde su cuello hasta sus muñecas en la espalda, sería incapaz de moverse o de luchar. Y si lo hiciera, la cuerda se tensaría y lo estrangularía.

Uno de los médicos me dijo que me parara sobre la cuerda y también que sujetara al hombre para que no pudiera moverse. Cuando le sostuve la pierna, pude sentir que su temperatura corporal estaba caliente. También vi que su garganta estaba llena de sangre. No era obvio dónde estaba herido, pero definitivamente había una herida.

El horror se despliega

En ese momento, todo el personal médico se puso rápidamente el atuendo quirúrgico. La enfermera jefe cortó la ropa del hombre con unas tijeras y luego frotó con un desinfectante desde la región abdominal hasta su pecho unas tres veces en total.

Médicos chinos llevan órganos frescos para trasplante en un hospital de la provincia de Henan, el 16 de agosto de 2012. (Captura de pantalla/Sohu.com)

Luego, uno de los médicos tomó un bisturí e hizo una larga incisión desde debajo del esternón hasta el ombligo. Las piernas del hombre comenzaron a retorcerse. Entonces el médico abrió toda su cavidad abdominal. La sangre y los intestinos salieron de inmediato. Un médico movió los intestinos a un lado y rápidamente extrajo un riñón; el otro médico extrajo el riñón del lado opuesto. Eran muy habilidosos y rápidos.

El médico me dijo que cortara las venas y las arterias. Cuando corté, la sangre brotó inmediatamente. Había sangre chorreando por todo su cuerpo y sus manos. Esta sangre estaba fluyendo, ¡demostrando que sin lugar a dudas este hombre todavía estaba vivo!

Para entonces, los dos riñones que habían sido extraídos fueron colocados en un recipiente de transporte de órganos que la enfermera estaba sosteniendo.

Brutal extracción de globos oculares

Luego, el médico que estaba frente a mí me pidió que le quitara los ojos al hombre. Me senté y me acerqué más al hombre. En ese momento, sus párpados se movieron y me miró. Le sostuve la mirada brevemente. Había puro terror en sus ojos, el tipo de terror que no se puede expresar con palabras.

Mi mente se quedó en blanco y todo mi cuerpo comenzó a temblar. Me sentí aterrorizado. Estaba paralizado.

Le dije al médico que no podía hacerlo.

De repente, el médico agarró bruscamente la cabeza del hombre con la mano izquierda y, utilizando dos dedos para mantener los párpados abiertos, utilizó las pinzas hemostáticas que ya tenía en la mano derecha para arrancarle los globos oculares. Lo hizo de un tirón.

En ese punto yo estaba temblando y sudando profusamente de pies a cabeza. Sentí que estaba a punto de colapsar.

Recordé que en la casa de huéspedes la noche anterior, un oficial militar vino a hablar con nuestro director. Hubo una cosa que dijo que se me quedó grabada en la mente: “Menor de 18 años, el cuerpo es muy sano y vibrante”. ¿Se refería a este hombre?

Después de que el médico alertó al oficial en el asiento del pasajero que habíamos terminado, la puerta trasera se abrió y cuatro soldados se subieron a la furgoneta, envolvieron al hombre en una gran bolsa de plástico y lo arrastraron a un camión militar estacionado cerca.

Inmediatamente nuestra furgoneta salió y volvimos muy rápido al hospital, otra vez con el vehículo militar abriendo el camino. Todas las batas quirúrgicas, gorros quirúrgicos y guantes de goma que habíamos usado fueron puestos juntos para ser destruidos a nuestro regreso.

Al llegar al hospital, los órganos del hombre fueron enviados inmediatamente a la sala de operaciones donde un grupo de cirujanos estaba esperando, listos para comenzar a trasplantarlos a un paciente en la mesa de operaciones.

En ese momento, yo ya no podía hacer nada; todo mi cuerpo se sentía completamente débil. El director vio mi estado y me permitió descansar en un costado. Me acosté, pero aun así podía verlos hacer la cirugía.

Una terrible carga

Pronto dejé mi trabajo en el hospital y regresé a casa. Todavía estaba extremadamente débil y también desarrollé una fiebre alta. Mi madre me preguntó qué estaba pasando, pero mi explicación fue vaga porque no me atreví a divulgar el asunto a nadie.

Pero el dolor estaba lejos de haber terminado. Por un lado, toda la experiencia era demasiado horrible como para pensar en ella, y mucho menos hablar de ella. Había visto en primera fila el brutal asesinato de un ser humano, y mi corazón estaba extremadamente inquieto. También me preocupaba que las autoridades me persiguieran y mataran. La carga de todo esto me hizo absolutamente miserable.

Durante mucho tiempo, la escena de la furgoneta de ese día se repetía una y otra vez en mi mente, cómo a un ser vivo como nosotros le habían arrancado sus órganos mientras aún estaba vivo, y el espantoso dolor y el miedo en sus ojos cuando me miró. Mi corazón no podía soportarlo. Me sentía como si me estuviera volviendo loco y constantemente me sentía al borde del colapso.

Desde entonces han pasado muchos años, pero ese horrible recuerdo aún no puede ser borrado. En todos estos años, no quise recordarlo y lo evitaba a propósito. Porque cada vez que lo hacía, no podía mantener la calma.

Cuando los medios de comunicación empezaron a exponer la sustracción forzada de órganos de prisioneros de conciencia de Falun Dafa en China, entendí de inmediato todo: todo esto es cierto, y la sustracción forzada de órganos ya existía desde hacía mucho tiempo en el sistema militar del Partido Comunista Chino. Es solo que la campaña de persecución contra Falun Dafa proporcionó una fuente mucho mayor de órganos.

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Epílogo: El régimen chino mata por órganos

David Kilgour, investigador canadiense independiente y ex ministro del gabinete, y David Matas, abogado canadiense de derechos humanos, alertaron al mundo sobre el crimen de la sustracción forzada de órganos en China con un informe publicado en 2006.

Después publicaron un informe actualizado en 2016, junto con el periodista de investigación y autor estadounidense Ethan Gutmann, que demuestra que un gran número de prisioneros religiosos y políticos no voluntarios –principalmente practicantes de Falun Dafa detenidos por sus creencias– están siendo sometidos, en vida a la sustracción forzada de órganos.

En otras palabras, están siendo asesinados por sus órganos.

Ethan Gutmann y su libro, “El Matadero”, proporciona evidencia crítica sobre la sustracción de órganos

Los investigadores explican que la industria de trasplante de órganos de China creció exponencialmente después de 1999, cuando el Partido Comunista Chino comenzó su campaña de persecución contra los practicantes de Falun Dafa, una disciplina espiritual tradicional también llamada Falun Gong.

Los investigadores encontraron que aunque el abuso de los trasplantes existe en muchos países, la diferencia en China es el mismo Estado quien lo gestiona y el Estado se está beneficiando de ello.

“China no es el único país donde hay abuso del trasplante de órganos”, dijo Matas n una entrevista con The Globe and Mail. “Lo que es diferente en China es que está institucionalizado, es dirigido por el Estado, dirigido por el Partido. No se trata de unos pocos criminales en callejones tratando de ganar dinero rápido”.

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