Trump reconoce que Estados Unidos está en una guerra económica con China

30 de Diciembre de 2017 2:00 AM Actualizado: 02 de Enero de 2018 12:10 PM

La inclinación de los medios de comunicación dominantes de opinar en contra del presidente Donald Trump produjo que éstos pasen por alto el cambio más dinámico, implementado este año por el Presidente, en la política exterior estadounidense del último siglo.

La temprana salida del Acuerdo de París, seguido más tarde por la publicación de la Estrategia de Seguridad Nacional de 2017, es parte de una gran estrategia de la administración Trump para asegurar y mejorar el lugar de Estados Unidos en un mundo de naciones rivales.

Su objetivo es detener el declive del poder y prestigio norteamericano causado por la adherencia de las administraciones anteriores al derrumbado mundo de ensueño del progresismo y de la globalización wilsoniana. La nueva estrategia puede llamarse “Doctrina Trump”.

 

Guerra Económica

Las potencias hostiles a Estados Unidos nunca suscribieron el dogma de la globalización de que todas las naciones pueden trabajar juntas a través del comercio pacífico. Esas potencias están utilizando la competencia económica para fortalecer las economías de sus naciones y así poder dominar sus regiones geográficas.

En la actualidad hay tres jugadores en el gran juego del siglo XXI de la hegemonía regional: Estados Unidos (que antes ni siquiera sabía que la competencia estaba teniendo lugar), la República Popular China y la Federación Rusa.

El colapso económico de la Unión Soviética y su disolución pacífica en 1989 provocó que analistas políticos occidentales con una visión miope, declararan “el fin de la historia”. Ninguno de ellos se dio cuenta, sin embargo, de que China, el mayor régimen comunista del mundo, no se había derrumbado y había aprendido una valiosa lección de la antigua Unión Soviética, con la que comparte la herencia común del marxismo y el leninismo.

El líder chino Deng Xiaoping y sus sucesores formularon y refinaron el  “capitalismo con características chinas” (CWCC por sus siglas en inglés) como el mecanismo económico para impulsar a China hacia la hegemonía asiática.

Simultáneamente, la Federación Rusa, sucesora de la Unión Soviética, adoptó un capitalismo fronterizo despiadado para reafirmar su hegemonía sobre las antiguas repúblicas soviéticas.

Los Estados Unidos no imaginaban un desafío militar ni un problema económico, por lo que simplemente se retiraron de competir con cualquiera de las dos naciones. Los industriales americanos y europeos cedieron la gestión de sus empresas a nivel mundial a ingenieros financieros y eliminaron de su planificación cualquier consideración de las consecuencias de su acción.

Los gobiernos norteamericanos y, en menor medida,  los europeos observaron silenciosamente la globalización de las finanzas, la culminación de la globalización y el progresismo. Tanto Europa como Estados Unidos aceptaron a China como un igual en la Organización Mundial del Comercio.

Pero China aprovechó completamente la retirada de Occidente de la competencia económica para avanzar en el doble objetivo del CWCC. Uno de los objetivos es adquirir y controlar un suministro suficiente de recursos naturales cruciales que permitan el crecimiento económico sostenido y el dominio de China. El otro es permitir que el capitalismo de mercado chino compita internamente en el crecimiento económico y el desarrollo del país asiático para alcanzar a los Estados Unidos.

Rusia simplemente volvió a ejercer el control a través de medios tanto económicos como militares en su Asia occidental y central “cerca del exterior”. En Europa, Rusia se encontró con la resistencia de una Ucrania ahora independiente, pero sigue siendo, como fue durante siglos, una hegemonía que domina la política ucraniana.

 

Un nuevo jugador

Bajo la administración Trump, Estados Unidos finalmente aceptó el desafío de la competencia y se está preparando para dar batalla. El Presidente reconoció que el imperialismo de recursos implementado por China, con la finalidad de quedarse con los activos estratégicos, es una gran amenaza económica para la hegemonía estadounidense en Occidente, y está actuando en consecuencia.

Al retirarse del acuerdo de París, Estados Unidos ya no está sujeto por las paralizantes normas industriales, condiciones establecidas en parte por los mayores contaminadores del mundo. Refiriéndose a un caso en particular, los metales estructurales de nuestra civilización, hierro y aluminio, requieren una inmensa cantidad de electricidad continua que no puede ser producida a partir solo de sus minerales o chatarra.

En cambio, China sigue construyendo centrales eléctricas de carbón y nucleares, alegando que tiene derecho a “ponerse al día” con los países “desarrollados”, a pesar de que ahora sea el mayor productor mundial no sólo de metales estructurales, sino del 60 por ciento de todos los metales.

El retiro de Estados Unidos del acuerdo de París fortalece nuestra capacidad para mantener nuestra generación crucial de energía alimentada por combustibles fósiles y nucleares y nos permite exponer e ignorar la hipocresía china. Mientras tanto, Rusia sigue siendo el primer productor de minerales y de fundición de metales a escala mundial de aleaciones importantes para las  estructuras modernas y para las necesidades de almacenamiento energético, y no tiene ningún tipo de consideración por el Acuerdo de París.

A menos que Estados Unidos se reafirme rápidamente y restablezca un suministro seguro y suficiente de metales y materiales de tecnología estratégicos, para fines de la próxima década se dependerá de la industria tecnológica china para el suministro de bienes de consumo e incluso de las necesidades militares.

La Estrategia de Seguridad Nacional reconoce que para competir con China y Rusia, en primer lugar y ante todo, debemos tener en cuenta nuestras propias necesidades de generación de energía continua. Una orden ejecutiva emitida el 20 de diciembre pide identificar las materias primas industriales cruciales y revertir el problema de la dependencia del país de las importaciones para casi todos los insumos civiles y militares. También muestra que el Presidente estadounidense entiende el problema.

Trump busca revivir la seguridad estadounidense promoviendo la autosuficiencia de los materiales estratégicos que mantienen y hacen crecer nuestra calidad de vida doméstica estadounidense y nuestra seguridad contra la interferencia extranjera.

El modelo de Silicon Valley estadounidense, diseñado por el capital global, fracasó. Diseñar productos en Palo Alto para construirlos en Asia debido a los  “bajos costos de mano de obra” es una ilusión. Ignora el hecho de que, aparte de los problemas de endeudamiento de EE.UU, bajo el mecanismo del CWCC, China pudo construir una economía competitiva basada en la adquisición, impulsada por el régimen, de las materias primas necesarias y cruciales requeridas para mantener una economía manufacturera moderna de alta tecnología. No es la mano de obra de bajo costo lo que le otorga a China su ventaja; es el enfoque holístico de mantener una ventaja competitiva fomentada por el CWCC.

Llamar la atención de China por su política comercial ‘renovada’ mercantilista es otro pilar de la doctrina Trump, bajo la cual autorizó una investigación del robo de propiedad intelectual de China bajo la sección 301 de la Ley de Comercio de 1974.

La fuerza militar de los Estados Unidos es la que predomina en el mundo de hoy. Rusia tiene el segundo ejército más poderoso, y China es el tercero no tan distante del ruso. Pero en el nacionalismo económico y el imperialismo de los recursos, China está ahora presionando con más fuerza.

No aceptar la competencia por la hegemonía económica y los cambios de política que Trump está implementando, habría pocas esperanzas de que Estados Unidos continúe siendo el país más próspero del mundo. Con la Doctrina de Trump, hay al menos una verdadera contienda.

Jack Lifton es investigador senior del Instituto para el Análisis de la Seguridad Global y director de TM Research. Las opiniones expresadas en este artículo son las opiniones del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de La Gran Época.

 

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Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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