Toda España está pendiente del rescate de un niño de 2 años que cayó a un pozo

Por EFE
14 de Enero de 2019 11:58 AM Actualizado: 14 de Enero de 2019 12:57 PM

Un niño de 2 años ha caído en la tarde del domingo a un pozo de unos 150 metros de profundidad en la localidad malagueña de Totalán, lugar al que se han desplazado efectivos de los servicios de emergencia para tratar de rescatar al menor.

Según han informado a Efe fuentes del servicio de emergencias 112, el suceso ha ocurrido en torno a las 14.00 horas, cuando se ha recibido un aviso de que un niño había caído a un pozo en la zona conocida como Dolmen Cerro de la Corona.

Al parecer, el agujero tiene unos 150 metros de profundidad y solo unos 40 centímetros de diámetro, de ahí la dificultad del rescate del menor.

Mire aquí imágenes del operativo de rescate:

Conocer el estado en el que se encuentra el pequeño, a través de una cámara, es el primer objetivo de los equipos de rescate del niño.

Así lo ha explicado a los medios de comunicación el oficial Aitor Soler, responsable de la Unidad especial de emergencia y respuesta inmediata de la Comunidad de Madrid, ERICAM, con experiencia en rescates en cuevas y terremotos.

“Lo primero es ver a qué profundidad se encuentra y luego comprobar si está vivo o no”, ha indicado Soler, quien ha precisado que la cámara permite conocer la temperatura y el movimiento, además de la conexión inmediata del niño con el exterior.

La principal dificultad del rescate es el diámetro del pozo, seguida de la profundidad.

Miembros de la Guardia Civil en los alrededores de la finca privada en la localidad malagueña de Totalán, donde desde ayer se trabaja en el rescate del niño de dos años que cayó a un pozo de más de cien metros de profundidad y que ahora se está buscando con un robot que normalmente se emplea para inspeccionar tuberías y hallar anomalías en las redes de saneamiento. EFE/Daniel Pérez

Una de las opciones -que han puesto en marcha los equipos de rescate- es la realización de una prospección paralela, que consiste es “hacer un agujero mucho más grande para trabajar con comodidad, suficientemente lejano como para que las vibraciones que se hacen en su construcción no afecten al primer pozo y no provoquen el desprendimiento de piedras”, ha apuntado.

Igualmente, Soler ha señalado la importancia de “asegurar” la perforación actual con unos tubos laterales a medida que se va profundizando para evitar la caída de piedras sobre el rescatador y el niño.

La construcción de un túnel paralelo ancho, que podría llevar dos días, posibilitaría la bajada de un rescatista que podría hacer un agujero para llegar hasta el pozo inicial y el niño.

Una vez que localizado el menor, lo fundamental es hidratarlo, con un pequeño tubo que se podría hacer llegar hasta él y con posterioridad se le proporcionaría alimentación.

La situación en la que se encuentre el pequeño dependerá de una serie de factores como la temperatura del pozo -que corresponde a la media anual de la zona-, la humedad, la estrechez y el daño que haya sufrido en la caída.

Entre las ventajas del rescate de niños frente a adultos, Soler ha comentado que “no se dan cuenta de la situación tan extrema en la que se encuentran”, lo que les “ayuda a resistir”, y son “más flexibles”, pero son “más débiles”.

El 7 agosto del año 2003, dos mineros fueron rescatados con vida después de permanecer atrapados durante más de 48 horas en una pequeña cavidad del pozo Albares, en la Granja de San Vicente (León).

Para rescatarlos, los miembros de la Brigada de Salvamento del Bierzo Alto construyeron un túnel paralelo a la galería siniestrada, unos trabajos que han sido lentos y difíciles, ya que se avanzaba a metro por hora hasta completar una nueva vía de unos 30 metros de largo.

El 3 de mayo de 2010 el cadáver de un hombre de 61 años que cayó en un pozo de doscientos metros de profundidad en una zona montañosa de Zegama (Guipúzcoa) fue rescatado tras un complicado operativo.

Se instalaron unas poleas, que permitieron inspeccionar con una cámara, las características de la zona antes de descender y confirmar la presencia del cadáver a unos doscientos metros de profundidad.

Luego, los especialistas colocaron un dispositivo llamado “colibrí”, que, mediante un torno polea, permitió bajar a un agente con una camilla tijera, mientras un grupo electrógeno iluminaba la zona alta.

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