Por qué López Obrador volverá México más corrupto

Sus promesas de campaña pronostican un estado inflado y criminalidad institucionalizada

Por Fergus Hodgson - Antigua Report
17 de Diciembre de 2018 1:57 PM Actualizado: 24 de Octubre de 2019 6:50 PM

Hace tiempo ya aparecieron grietas para el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO). A cuatro meses de su asunción, en agosto de este año, el Instituto Nacional Electoral multó a su partido político con 10 millones de dólares por infracciones en el financiamiento de campañas.

Incluso si él personalmente escapa de ser enjuiciado, este ejemplo es simplemente el goteo antes que la presa estalle. Desafortunadamente para México, el río de corrupción al que su mandato dará paso irá mucho más allá de su gobierno y causará daño a largo plazo para la nación.

El extravagante enfoque de AMLO para pelear con la corrupción sufre de un error fundamental, que lo condena a fallar con este objetivo declarado. No solo fallará sino que puede estar en un camino para empeorar las cosas. Ésta no es tarea fácil, dado que México ya está en el N° 135 del ranking de 180 naciones del Índice de Percepción de Corrupción, publicado por Transparency International.

Este pronóstico se mantendrá incluso si él honestamente quiere combatir la corrupción, lo que es dudoso.

Un error fundamental

El error inmaduro de la retórica y los planes de AMLO es la noción de que la corrupción es el problema mismo, cuando en realidad es un síntoma y un resultado de muchos problemas más profundos. El líder nacional de México puede hablar hasta tener la cara azul sobre enjuiciar personas y condenar la corrupción, pero hasta que AMLO y el Congreso Nacional de la Unión de México aborden los incentivos y las estructuras constitucionales en su debido orden, poco cambiará excepto por las caras de las personas llevando a cabo la corrupción – mientras tanto los mexicanos continuarán pagando por los impuestos y el arrastre de la economía.

Esta conclusión es una lección fundamental de la teoría de la elección pública, que debería desembriagar a los votantes mexicanos y a los analistas internacionales. Descrito por el economista Nobel James Buchanan como “política sin romance”, la elección pública demuestra que los actores políticos, sean elegidos como funcionarios o burócratas estatales, sirven a sus propios intereses como el resto de nosotros: buscan el poder y responden a los incentivos. Es por ello que incorporar nuevo personal -a falta de cambios estructurales- es insuficiente para cambiar el curso de una nación.

Una evaluación así de desapasionada, a través del lente de la economía, nos ayuda a levantar el velo de lo que es la corrupción. Dando por hecho que los funcionarios tienen intereses propios y que empujan todo lo que pueden, uno debe tener en cuenta que muchos actos corruptos en política son aún nominalmente legales. México tiene su propio pantano, claro, esto es, la gente que se alimenta en el comedero de una esplendidez tomada de los que pagan impuestos.

La cuestión determinante entonces, en cuanto a lo que constituye la corrupción, es si los actos políticos están dentro del rol moral del gobierno, que es proteger los derechos de los ciudadanos mexicanos. Aquí es donde AMLO está desfasado, y sus propuestas políticas -las que ha detallado- ofrecen una letanía de oportunidades para el clientelismo político, la cartelización, la usura, el favoritismo y la redistribución de la riqueza.

Corriendo en la dirección opuesta

Irónicamente, estas propuestas, que institucionalizan la corrupción, están bajo la bandera “anticorrupción” del Movimiento Regeneración Nacional (Morena). En efecto, el Partido del Trabajo, abiertamente comunista, fundado por maoístas, es un miembro clave de la coalición electoral de AMLO, que lleva el nombre de Juntos Haremos Historia. Alineado con el socialismo del siglo XXI de Cuba y Venezuela, el mercadeo del Partido del Trabajo incluye la estrella comunista con el mismo rojo y dorado de la bandera china.

Sí, harán historia, pero probablemente por las razones equivocadas. Hugo Chávez estuvo a cargo de la presidencia de Venezuela, afirmando combatir el statu quo corrupto, y ya vimos cómo resultó eso. Los asistentes del Foro de Sao Paulo, una conferencia de partidos socialistas de lo largo de América Latina, eran grandes fanáticos de Chávez en 1999, y ahora son grandes fanáticos de AMLO.

Como lo señaló  Daniel Raisbeck – becario de la Iniciativa para el Libre Cambio de Reino Unido- el intervencionismo a gran escala, como el que promete AMLO, “engendra no solo la ineficiencia económica, sino también una considerable corrupción”.

En otras palabras, la corrupción prospera en gobiernos inflados y expansivos que sirven a intereses especiales en vez de a sus votantes.

El economista de la Universidad Johns Hopkins, Steve Hanke, muestra el otro lado de la moneda: “Para combatir la corrupción, [AMLO] deberá achicar el estado y desregular la economía… Prometió hacer justo lo opuesto”.

Políticas de un demagogo

Consideremos algunas de las propuestas más prominentes de AMLO, que tienden a ser confusas y contraproducentes. Algunas parecen positivas, tales como la reducción de las posiciones directivas en el estado, pero recuerden que AMLO utilizó mucha chicana en su campaña con posiciones que son excluyentes entre sí -como es costumbre entre los populistas latinoamericanos.

AMLO quiere tercerizar las investigaciones de casos de derechos humanos y corrupción a las Naciones Unidas. Esto suena como una maña broma, pero es verdad:

“Naciones Unidas nos ayudará. Vamos a apoyarnos en ellos porque tienen una oficina anticorrupción”.

Cualquiera que conozca Naciones Unidas sabe que la organización no tiene credibilidad en lo que respecta a los derechos humanos. El pretendido Consejo de Derechos Humanos de la ONU, que afirma estar “fortaleciendo la promoción y protección de derechos humanos alrededor del mundo”, incluye países como China, Cuba y Arabia Saudita. No es extraño entonces que la administración de Trump haya retirado su participación.

Nikki Haley, embajadora de EE. UU. para las Naciones Unidas, lo describió como “una organización hipócrita y egoísta que se burla de los derechos humanos”.

Guatemala probó la idea de AMLO con la Comisión Internacional contra la Impunidad de la ONU (CICIG) y encontró una cura peor que la enfermedad. Previsiblemente, la CICIG ha estado involucrada en enjuiciamientos selectivos e ideológicos, que interfirieron con los asuntos nacionales de Guatemala, dividieron la nación y socavaron el estado de derecho.

Otra plataforma de AMLO para combatir la corrupción y el crimen es la amnistía. Si limpiamos los delitos pasados de las personas, entonces es como si nunca hubiesen ocurrido. En particular, en vez de aplicar mano dura al crimen organizado con un castigo acorde, quiere acuerdos que liberarían a los criminales de sus acusaciones. Al mismo tiempo, quiere remover las tropas de las calles e invitar al Papa Francisco como un gesto de paz. Puedes adivinar qué causará eso.

Como planificador de corazón, AMLO prometió “ajustar el modelo de libre mercado”, sin que México sea un ejemplo de libre mercado. México está muy por detrás de Canadá y Estados Unidos en cuanto a la libertad económica, pero AMLO tiene una miríada de planes para un estado de bienestar expansivo, con fuertes subsidios y controles de precios. La lista es el sueño de un progresista; incluye una duplicación del salario mínimo, el derecho universal a la educación superior, internet “gratuito” en espacios públicos, precios fijos para bienes básicos y agencias federales dispersas a lo largo de los estados mexicanos. Apoyando al trabajo organizado por una “democracia sindical”, incluso quiere eliminar los exámenes de ingreso que proveen de un mínimo de responsabilidad para los sindicatos nacionales de maestros.

Cualquier control de precios generará escasez o excedentes y fomentará el mercado negro, dado que los proveedores fuera de la nómina usarán el arbitraje para cerrar las grietas. Lo que es más, cualquier intervención en la industria es una receta de éxito seguro para los amigotes que aceitarán las ruedas de cualquier político o partido político que los apoye.

Efectos colaterales a la vista

Se supone que creamos que al mismo tiempo, AMLO no aumentará los impuestos, no generará deuda y mantendrá una baja inflación -todo lo cual sería posible porque su administración es honesta. AMLO incluso recomendó que haya jurisdicciones de bajos impuestos cerca de la frontera con EE. UU. para atraer las inversiones.

Aparentemente, se puede tenerlo todo.

No obstante, la verdad es que AMLO necesitará decenas de miles de millones de dólares para financiar los proyectos favoritos de su mandato –USD 54 mil millones, según El Financiero, el periódico mexicano afiliado con Bloomberg. Para poner ésto en perspectiva, el PIB anual de México apenas sobrepasa el 1 billón de dólares.

A pesar que AMLO asegura lo contrario, la independencia del Banco de México estará bajo extrema presión en los próximos seis años. En tiempos recientes, hizo un trabajo relativamente bueno, manteniendo la inflación por debajo del 5 por ciento. Sin embargo, sin un presupuesto de mayores impuestos y prestamistas voluntarios, el gobierno central de México acudirá a la imprenta para sostener sus promesas.

Como signo de lo que vendrá para Estados Unidos -más estancamiento económico al sur de la frontera- AMLO ya está rogando a Trump por ayuda al desarrollo para mitigar la migración hacia el norte. Que Trump lo brinde está por verse, aunque puede ser que lo use como una pieza de negociación. Independientemente, el hombre que cree que los mexicanos tienen un derecho humano a entrar a Estados Unidos ilegalmente está destinado a atrincherar los problemas de México y empujar a muchos a que hagan justo eso.

Fergus Hodgson es el fundador y editor ejecutivo de la publicación de inteligencia latinoamericana Antigua Report.

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no necesariamente reflejan los puntos de vista de La Gran Época. 

Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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