La gélida historia de una niña en un gulag soviético

07 de Abril de 2017 1:36 PM Actualizado: 22 de Marzo de 2019 10:15 PM

Archipiélago Gulag” de Aleksandr Solzhenitsyn es de lectura obligatoria para los estudiantes de secundaria rusos. El libro es un recuento de primera mano que describe los horrores del represivo sistema de campos de trabajo soviético, que resultó en la muerte de unos 10 millones de personas en el lapso de varias décadas (la cifra de la Unión Soviética es mucho menor pero ampliamente disputada).

Los gulags se han vuelto sinónimo del gobierno del dictador Joseph Stalin de la Unión Soviética, pero los campos comenzaron en 1918, justo después de que Vladimir Lenin tomara el poder y comenzara la Guerra Civil Rusa. El recuento de Solzhenitsyn, publicado en 1973, fue considerado una refutación a que el sistema de gulags era algo estanilista, y no algo de creación comunista. El sistema de campos de prisión fue creado bajo Lenin, aunque Stalin lo expandió mucho más y acuñó el nombre “gulag” en 1930.

En una reciente charla viral, el profesor de psicología de la Universidad de Toronto, Jordan Peterson, hizo referencia a una historia en la obra de Solzhenitsyn. Incluye un desgarrador momento en el cual Solzhenitsyn describe el gulag Marfino, al que califica como relativamente “privilegiado”:

¡Fuego, fuego! Las ramas crepitan y el viento de la noche de fines de otoño sopla la llama de la fogata hacia atrás y adelante. El campamento está oscuro: estoy solo en la fogata y todavía puedo traer más virutas del carpintero. El campamento aquí es uno privilegiado, tan privilegiado que es casi como si estuviera en libertad, esta es una Isla del Paraíso; este es el “sharashka” —un instituto científico con personal de prisioneros—en su periodo más privilegiado. Nadie me vigila, nadie me llama a la celda, nadie me corre lejos de la fogata. Estoy envuelto en un saco mullido; e incluso así hace frío con el viento penetrante.

Pero ella—ya ha estado parada en el viento por horas, con sus brazos pegados al cuerpo, su cabeza colgando, sollozando, cada vez más dormida y entumecida. Y luego otra vez ruega con piedad: “¡Jefe ciudadano! ¡Perdóneme! ¡Por favor, perdóneme! No lo haré de nuevo”. El viento arrastra la súplica hasta mí, tal como si estuviera suplicando a mi oído.

El “jefe ciudadano”, dijo, no le respondió. Ella estaba castigada por hacer un comentario inapropiado luego de que una niña escapó del gulag “deslizándose por un barranco”.

Uno de sus compañeros prisioneros del gulag, luego de oír sobre el escape exclamó: “Oh, espero que la atrapen, ¡esa [insulto]! Espero que tomen unas tijeras y —clip, clip— ¡le corten todo el pelo en frente de la fila!” Así es como castigaban a las mujeres en el sistema de gulag.

La niña que fue castigada obligándola a quedarse parada en el frío, en una garita, no estaba de acuerdo.

Como escribió Solzhenitsyn:

Pero la niña que estaba parada fuera de la garita en el frío había suspirado y dicho: “¡Al menos ella puede tener un buen momento en libertad por todos nosotros!” El carcelero la oyó y ahora ella estaba siendo castigada; todo el resto había sido sacado del campo, pero ella fue puesta allí afuera para pararse “en atención” en frente de la garita. Esto fue a las 6 de la tarde y eran ahora las 11. Ella trató de saltar con uno y otro pie pero el guardia le golpeó la cabeza y gritó: “¡Párate en atención, mujerzuela, o si no te irá peor!” Y ahora ella no se movía, solo sollozaba: “¡Perdóneme jefe ciudadano! ¡Déjeme volver al campamento, no lo volveré a hacer!”

Él hace notar que nadie más en el campamento dice nada, y agrega que los guardias querían “enseñarle una lección”.

Él continúa:

¡Qué niña ingenua, sin educación, rubia de paja blanca! Ella fue puesta en prisión por un carrete de hilo. ¡Qué pensamiento peligroso expresaste allí, hermanita!

Antes de agregar:

A esa llama y a ti, niña, les prometo: el mundo entero leerá sobre ti.

Solzhenitsyn pasó unos ocho años en prisiones y campos de gulag. Fue arrestado en 1945 por criticar a Stalin en cartas privadas a un amigo. Luego de publicar “Archipiélago Gulag” en 1973, fue acusado de traición y exiliado de la Unión Soviética. El libro luego ganó un Premio Nobel de la Paz.

El sistema de gulag tenía el doble propósito de enviar y ejecutar a prisioneros políticos y de ser una fuente de trabajo barato. Los prisioneros eran forzados a trabajar.

“Pero”, según Gulaghistory.org, “su trabajo era en general poco calificado, manual y económicamente ineficaz. La combinación de violencia endémica, clima extremo, trabajo duro, raciones de comida magras y condiciones de insalubridad resultaban en tasas de muerte extremadamente altas en los campos”.

Aunque el sistema fue reducido en tamaño luego de la muerte de Stalin en 1953, los campos de trabajo forzado existieron hasta el colapso de la Unión Soviética.

Las estimaciones de las muertes van de uno a 10 millones, el estimado más bajo es de un estudio de 1993 de datos soviéticos entre 1934 y 1953. No hay datos de archivo entre 1919 y 1934. La cifra de 10 millones viene de “El Gran Terror: Una revaloración: Edición 40 aniversario”, del historiador británico Robert Conquest.

Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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